lunes, 22 de octubre de 2007

Ferrari gana merecidamente y McLaren hace el ridículo




El milagro sucedió en el Gran Premio de Brasil. Interlagos fue el escenario en el que la justicia puso en su sitio a cada uno de los actores de esta grotesca temporada 2007 de la Fórmula 1: Raikkonen conquistó el Mundial a costa de Hamilton, dió el título de pilotos a Ferrari merecidamente y cubrió del más absoluto de los ridículos a la escudería McLaren y, sobre todo, a su patrón Ron Dennis. El gran damnificado fue el español Fernando Alonso, que a pesar de luchar hasta el último metro contra viento y marea, sólo pudo auparse hasta el tercer lugar del cajón de Interlagos y del Mundial, cediendo su corona al finlandés.

Todo estaba preparado para que el novato más joven y prepotente de la historia de la F1 consiguiera su primer entorchado mundial en Brasil: un motor especialmente potenciado en su coche, un motor especialmente mermado en el de su rival, y todo un equipo prestándole su apoyo. Sin embargo, ya en la primera curva pago cara su inexperiencia, siendo literalmente arroyado por Raikkonen y Alonso. Cegado por la rabia, el novato se abalanzó sobre su gran rival y compañero de equipo, que cerró con gran maestría todos los huecos, invitando al novato a una excursión por la hierba que le costaría un campeonato,

El resto de la carrera, con el guión previsto en la papelera de Dennis, tan sólo fue la constatación del ridículo de McLaren y el buen hacer de un equipo que supo mantener la profesionalidad y la unión necesaria para llevar a su piloto a la bandera a cuadros en la primera posición, mientras que Alonso capeaba el temporal como podía en la tercera posición, con coche descafeinado y preparado para darle la victoria a su compañero de equipo.

Después, la celebración más que justa de Ferrari en el podio, la elegante felicitación del campeón saliente y el recurso al pataleo de McLaren y Ron Dennis, que no contento con el ridículo protagonizado durante toda la temporada, intentaba desesperadamente que su pupilo fuera coronado en los despachos con una reclamación contra sus predecesores en la clasificación y, de paso, cubrir de vergüenza a la Fórmula 1.

Ahora llega la reflexión y el deseo de todos los seguidores del asturiano para que abandone un equipo que, contando con todas las armas para conseguir arrasar y conseguir el doblete en el Campeonato, ha sido capaz de regalarle el Mundial a su principal rival por el enconamiento de su máximo dirigente en aupar a un pupilo que, los hechos han demostrado, aún no estaba preparado. La temporada terrible de Alonso ha acabado con cierto sabor agridulce. Esperemos que la próxima, en el equipo de sea, nos regale de nuevo las mieles del triunfo como se merece un gran campeón como ya ha demostrado que es el asturiano.

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